El 2 de abril, la ciudad de Mar del Plata no tendrá un solo acto de homenaje a los héroes de Malvinas. Tendrá dos. Y no por una cuestión organizativa, sino por una fractura que expone el destrato y la discriminación del intendente Guillermo Montenegro hacia un sector de los veteranos de guerra.
El conflicto no es nuevo. Desde hace años, un grupo reducido se ha apropiado de los actos oficiales, excluyendo a excombatientes que también arriesgaron su vida por la Patria. La gestión de Montenegro no solo ha avalado esta situación, sino que la ha profundizado: según denuncian los veteranos marginados, el intendente beneficia exclusivamente al Centro de Ex Soldados Combatientes (C.E.S.C.), con sede en Misiones 3172, mientras ignora al resto.
Promesas rotas y exclusión sistemática
Los veteranos que quedaron fuera del acto oficial no ocultan su indignación. Acusan a Montenegro de faltar a su palabra. En campaña, prometió escucharlos. Ya en su segundo mandato, ni siquiera les ha dado una reunión.
El comunicado difundido por los excombatientes es contundente: el intendente, pese a ser abogado y exjuez, desconoce los principios de igualdad consagrados en la Constitución Nacional y Provincial. Mientras un grupo reducido recibe toda la atención oficial, el resto es condenado a la indiferencia.
La discriminación no solo afecta a soldados que estuvieron en el frente. También quedan fuera del acto médicos, enfermeros y otros actores clave que, en su momento, sostuvieron a los combatientes en el horror de la guerra.
El otro acto: memoria sin exclusiones
Cansados de la segregación, los veteranos desplazados decidieron organizar su propia ceremonia en el monumento que consideran de todos, y no solo de un grupo selecto.
“Todos los que llevan a Malvinas en el corazón están invitados”, aseguran los organizadores, dejando en claro que no habrá distinciones políticas ni favoritismos. Solo respeto y memoria.
Mientras Montenegro se desentiende, la fractura entre los veteranos es cada vez más evidente. La conmemoración de una de las gestas más importantes de la historia argentina quedará marcada, una vez más, por la falta de unidad. Y la responsabilidad tiene nombre y apellido.