Las zonas de Alfar y el Faro, conocidas por su belleza natural y su atractivo turístico, están atravesando una crisis que preocupa tanto a residentes como a visitantes. Robos constantes, arrebatos a pie y en moto, y la presión de los “trapitos” que extorsionan a los automovilistas han generado una sensación de abandono y desprotección en este sector estratégico de Mar del Plata.
Los vecinos denuncian que la inseguridad ha alcanzado niveles alarmantes. “Es imposible caminar tranquilo. Las motos aparecen de repente, te arrebatan lo que llevás y desaparecen sin dejar rastro. Nadie los detiene”, relata Marta, residente de Faro Norte, quien asegura que muchos ya ni siquiera se animan a salir después del atardecer.
A esta problemática se suma el accionar de los cuidacoches ilegales, quienes se adueñan de las calles cercanas a las playas, cobrando tarifas arbitrarias bajo amenaza. “No te piden, te exigen. Si no pagás, corrés el riesgo de encontrar el auto rayado o con los vidrios rotos. Esto no es un servicio, es una extorsión a plena luz del día”, explica indignado Fernando, comerciante de la zona de Alfar.
Un contexto sin control
La falta de presencia policial y de controles municipales alimenta esta sensación de desamparo. Los vecinos aseguran que los patrullajes son inexistentes y que no hay cámaras de seguridad en puntos estratégicos, lo que deja a los delincuentes operar con total impunidad.
“Los reclamos han sido constantes, pero nadie escucha. Pedimos más vigilancia, cámaras, y medidas concretas, pero la respuesta siempre es la misma: nada”, denuncia un referente de una asociación vecinal.
En tanto, los turistas que llegan buscando disfrutar de las playas y el paisaje natural se encuentran con una realidad muy diferente. “Venís a descansar y terminás cuidando tus cosas como si estuvieras en un lugar inseguro. La última vez me robaron el celular y la billetera cuando bajaba de mi auto. No vuelvo más”, comenta Alejandro, turista de Buenos Aires.
Un impacto que trasciende lo local
La inseguridad no solo afecta la calidad de vida de los vecinos, sino que también pone en jaque la principal fuente de ingresos de la ciudad: el turismo. Las postales de playas idílicas se ven opacadas por denuncias de robos y aprietes que desalientan a los visitantes, dejando a Mar del Plata expuesta a perder uno de sus mayores atractivos.
Mientras tanto, la inacción oficial sigue siendo una constante. Ni las autoridades municipales ni las fuerzas de seguridad han dado respuestas concretas a una problemática que se profundiza cada día.